viernes, 20 de abril de 2012

Arista oeste del Txindoki - Joana García Romero



AGOSTO - 2011



Antes de empezar las vacaciones hemos quedado con Jon y su hijo Josu para subir al Txindoki por una ruta elegante, elegante: su arista Oeste.



Pensé que no podía escalar peor que aquel día en la Pany-Haus al Pisón (Mallos de Riglos), donde después, mientras cenábamos en el refugio, comentábamos si no sería la técnica del Ramonage, el pisarle la cabeza a Gabi, cuando me quedé colgada en uno de los largos sin poder salir de allí de ninguna manera. Colgadísima!!!! En las reseñas ya lo decía: no caerse ahí!!!! Como de espaldas era ya imposible salir, hice una pequeña variante de tal técnica..... En esas paredes aprendí truquillos varios con los cordinos que luego, un tiempo después, pondría a la práctica. Pues sí, sí se puede escalar peor y lo hice en el Txindoki.







Después de dos años sin ponerme los gatos, porque escalar esa arista sin ellos a esas alturas de mi decadencia, ni se me pasó por la cabeza. Vamos a añadirle, también, una finita capa de humedad a los pasos más técnicos y comprometidos y ya tenemos un cócktail lamentable.... pero nada que, con un poco de maña y unos cuantos cintajos bien echados, pudiera tirarme para atrás.

El tiempo previsto es bueno, pero parece que la niebla se niega a dejarnos. Las telas de araña que encontramos, son como finos collares de perlas que adornan el sendero, haciéndome olvidar por un momento que he ido a hacer allí. 




Subimos por un sendero inexistente y tomamos la directa cuesta arriba en busca del inicio de la arista. La niebla viene y va, parece que es algo muy típico en estas tierras.


La hierba está tan mojada que me ha calado las botas, tengo los pies empapados. Trepamos un poquito más y ya estamos listos para ponernos los cachivaches que llevamos a la espalda.




 Hemos dejado abajo las nubes y las vistas son impresionantes. No estoy habituada a esta meteorología tan caprichosa y me sorprende mucho.

Empezamos el primer largo importante de la cresta, un diedro de IV bastante desgastado que, el insistente secado con el puño de mi camiseta, no volverá más adherente. No recuerdo bien como se salia de un atolladero así elegantemente, por lo que, en cuanto puedo, me hago un estribo y continúo escalando, intentando entorpecer lo mínimo al resto de mis compañeros. El segundo largo es mucho más sencillo. El tercero, un precioso IV muy aéreo pero seco, que me hará recordar porque me gusta escalar. Los siguientes largos, pese a la humedad, los disfruto bastante.  III, III+, IV-.... Es una gozada poder andar enredando por ahí arriba. Preciosa montaña que nos permite dar un paseo por encima de las nubes.




Todavía nos quedan algunos tramos más sencillos sobre hierba húmeda y superar el largo que creo más difícil, el octavo. Un IV+ que teniendo en cuenta lo pulida de la superficie y las chorreras de agua que bajaban justo donde estaban las presas clave, yo le daría algo más de graduación. Continuamos nuestra actividad por entre rocas y hierba, cabalgando entre trepadas fáciles y algún que otro paso estrecho y empinado que me harán preguntarme como puede uno subir sin resbalarse por entre un revoltijo de hierba y barro, tan habitual por estas latitudes.


Parece que no tan sencilla la actividad, tal vez subestimé ese tiempo indolente demasiado a la ligera y con más resoplidos de los que me habría gustado, llegué a la cima de tan hermosa montaña.  Un momento lleno de alegría que compartir con mis compañeros. Bajé con el corazón lleno de grandes propósitos y mejores intenciones para retomar nuevamente algo que me entusiasma.




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